Este jueves 8 de junio, por la tarde, se nos fue D. Isidro Campos Garrido. Un apreciado compañero y antiquísimo amigo de quien esto escribe.
Nos dejaste una tarde de lluvia, tan parecida a tantas y tantas que pasamos juntos, hace tantos años, en el autobús de transporte escolar de vuelta a nuestra casa en Porzuna. Tardes en las que hablamos tantas horas de cómics y videojuegos, de películas, de sueños por cumplir, de problemas por resolver… Tú, mi hermano Óscar y yo gastábamos aquel tiempo juntos en aquellas tartanas, hablando de lo que realmente nos interesaba, en tiempos en los que ser «friki» todavía era ser raro. En un tiempo en que fuimos tan insultantemente jóvenes, y por tanto, eramos inmortales. Aún recordamos los cómics que guionizabas, dibujabas y entintabas. Aún creemos que el mundo perdió un gran artista gráfico.
Hombre de carácter recto , parco en palabras y serio en los gestos, que imponía en cierto modo en el primer contacto, casi lograbas ocultar la generosidad y calidez de corazón que siempre llevabas dentro. Cuando hizo falta estuviste ahí, sin esperar a que te llamaran ni a que otro se adelantara a dar el primer paso. Cuando ayudaste a aquella niña en un apuro, no pensaste que necesitabas ayuda ni en que te ponías en peligro a ti mismo. Te lanzaste sin dudar, porque estabas hecho de aquella pasta.
Coleccionista empedernido, de cultura enciclopédica en aquel aspecto, te enorgullecías de tus pequeños tesoros, tan exclusivos y difíciles de encontrar, a los que dedicabas tantas horas y tanto cariño. Que podía dedicar un año entero a la recuperación y restauración de pequeñas joyas como aquella fotonovela británica que venía por entregas en la revista «Mortadelo», en los 80, y en aras de lo cual llegaste a ponerte en contacto con alguno de los artistas responsables de la producción para solicitar información. Dar color e incluso digitalizar y crear animaciones profesionales a aquella obra nos da una idea de lo minucioso que podías ser. Del talento que tenías. Para luego, en lugar de obtener rédito económico, compartirlo con tu comunidad educativa. Para mostrárselo a tus alumnos. Para hablarles de cómo era tener su edad en nuestra época. Porque detrás de aquella seriedad, de aquel aspecto circunspecto, residía un corazón muy grande.
Has elegido irte en silencio. Rodeado sólo de tus seres más cercanos. El resto sólo hemos podido respetar tu decisión, esperando desde la distancia. Adiós, amigo. Te echaremos de menos.
Hoy somos todos un poco más pequeñitos. Descansa en paz.